Opinión: Lo que pudo ser y lo que acabó siendo
La imprenta pudo ser todo lo que el periodismo necesitaba para cambiar una España anticuada y sin embargo, la hundió más
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La imprenta de Gutenberg puede ser considerada el invento que inicia la prensa tal y como conocemos. La producción agilizada de textos escritos cambió por completo la forma de divulgar conocimiento y cultura y por lo tanto, noticias. No puedo imaginar la sociedad actual sin saber, sin conocer, una sociedad que no conoce es una sociedad sometida. Una sociedad de los siglos XV y XVI.
La llegada de la imprenta a España fue, como todas las novedades que garantizaban algo de libertad, controlada desde el minuto uno por el gobierno. En este caso, los Reyes Católicos acapararon la llegada de este arma, que podía ser letal de ser utilizada en contra de lo establecido: su poderosa monarquía absoluta. Lo hicieron gracias a la Ley Pragmática de Imprenta de 1502, asegurándose así el control y todo lo que conllevaba ello: sus ciudadanos seguirían viviendo en la ignorancia y a su merced. Prefirieron controlar lo que podía destruirlos en vez de dar a sus ciudadanos la oportunidad de, por ejemplo, educarse y alfabetizarse de manera libre.
Los burgueses y dueños de este invento debían solicitar un permiso a la corona para poder distribuir sus producciones. La monarquía autorizaba, o no, quién podía escribir, quién podía opinar y qué se podía difundir, y os aseguro ni Isabel ni Fernando autorizaban nada que fuera en contra de lo que su monarquía promulgaba.
Tanto era así que el catolicismo fue defendido a capa y espada y a tinta e imprenta por la corona durante las guerras de religión. Los protestantes del norte de Europa se hicieron amigos de la imprenta mientras que los católicos del sur de Europa la catalogaron de enemiga del cristianismo. El miedo a que el protestantismo se extendiera era incalculable.
El control total sobre el pueblo era algo muy necesario para todos los monarcas hispánicos incluso en los siglos XVII y XVIII. Los monarcas absolutos, la censura y el estado centralista cortaron las alas al invento de Gutenberg. Parecía que volvía a volar, o a intentarlo, la imprenta y sus posibilidades con la llegada del despotismo ilustrado de la mano de Carlos III pero tan solo eran ilusiones que se desvanecían con la mítica frase “todo para el pueblo pero sin el pueblo”. La revolución francesa en España cavó la tumba de la libertad de imprenta con el cordón sanitario que Carlos IV y Floridablanca impusieron para evitar que esos pensamientos liberales y alejados de lo monárquico derrocaran el absolutismo que los mantenía en el poder.
Las Cortes de Cádiz prenden la luz al final del túnel con el decreto de la libertad de imprenta en 1810 que estipulaba que la imprenta no era un privilegio de la monarquía, sino un derecho del pueblo. Su labor de elaborar una constitución liberal frente a la invasión de las tropas napoleónicas hizo pensar a la burguesía refugiada en esta ciudad andaluza en la necesidad de conocer y de educar.
La información y la difusión de la misma tal y como la conocemos en el mundo actual, de manera libre, estaba muy lejos. Sin embargo, los primeros destellos de luz al final del túnel de ignorancia, estaban aquí.
Lo que no sabíamos es todo el camino que quedaba por recorrer y la de batallas que tendríamos que luchar por la libertad.
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